viernes, 22 de febrero de 2013

Perdonar...


Lo leí, me gustó mucho, lo comparto...
Vaivenes del perdón
Por Sergio Sinay
Decía Teresa de Calcuta que el perdón es una decisión y no un sentimiento. La aclaración es pertinente. Hay gente que se vanagloria de perdonarlo todo, aunque eso pueda parecerse más a la soberbia que a la humildad, como si se dijera: "Nada de lo que alguien me haga me llega, estoy por encima de eso". En verdad, no todo es perdonable, y quien lastima u ofende debe saberlo, para comprender que quizás deba convivir por siempre con la consecuencia de su acción. Por otra parte, hay quienes afirman que nunca perdonan, y acaban pareciéndose a los primeros. Es otra forma de la soberbia: "Le advierto al mundo que soy intocable y que quien me ofenda padecerá por siempre mi santa furia".
La cuestión del perdón es menos simple de lo que parece. Resulta muy difícil perdonar sin olvidar. Como señala la escritora y psicoterapeuta Elisabeth Lukas, quien perdona y olvida en realidad olvida lo que perdona y queda expuesto a vivir otra vez el mismo dolor por las mismas razones. Quizás el punto más alto del perdón sea aquel en el cual, una vez otorgado, tanto el ofendido como el ofensor recuerdan lo que ocurrió y hacen de ello un impulso para una simultánea transformación.
No siempre alcanza con pedir perdón; es necesaria una reparación. Esto requiere humildad. También debe tenerla el ofendido para no hacer de su perdón una extorsión; no pedir reparaciones imposibles ni revanchistas. A veces, repitámoslo, no hay reparación posible y también de ello se puede aprender, siempre que el amor y la compasión pueden hallar un lugar entre ofensor y ofendido.
En definitiva, sólo puede perdonar quien a su vez ha lastimado y ha necesitado de perdón. Y sólo puede pedir perdón quien ha sido herido y sabe que las heridas no se borran pero cicatrizan. De un lado y del otro es necesaria la empatía, madre de la compasión. Cuando ella desaparece, dejamos de vernos el uno al otro. Y no hay perdón posible.

viernes, 15 de febrero de 2013

Zona de Confort vs Zona de Aprendizaje

Excelente!

Más herramientas...


Cultivar la amabilidad

Proponete el objetivo de realidad cinco nuevos actos de amabilidad en un mismo día. Sé creativo y considerado. Evalúa qué pueden necesitar quienes te rodean. Luego de hacerlo, observa las buenas sensaciones que te proporciona esta amabilidad intensificada: la conexión positiva con la persona a la que ayudaste, la adecuada sensación de orgullo que tiene al contribuir. Encuentra nuevos modos de influir positivamente en la vida de los otros.


Desarrollar distracciones

Son importantes para romper el ciclo de rumia mental y cortar la negatividad innecesaria. 
El objetivo es sencillo: sacarnos las preocupaciones de la cabeza.

Te sugiero hacer dos listas: una de distracciones saludables y otra de distracciones perjudiciales. 
Identifica las cosas que hacés para sacarte los problemas de la cabeza y piensa en nuevas actividades que te 
gustaría ensayar. Piensa en cosas que puedes hacer con buen o mal clima, en el trabajo, en casa, de viaje.

El ideal es encontrar actividades a las que puedas recurrir prácticamente en el momento en que necesites contrarrestar la influencia descendente de la rumia.

Luego anota las distracciones nocivas: servirte un trago, abrir la heladera, correr a la panadería, anestesiarte con los medios. Por cada una que te tiente piensa en otra que no tenga efectos residuales: una bebida saludable, una película o canción que te suba el ánimo. Mantené tus fuentes de distracción a mano. 

La negatividad innecesaria puede aparecer en cualquier momentos. Para combatirla debes estar preparado para distraerte enseguida y sobretodo darte el permiso para distraerte.